De las Obras Completas de V.I.
Lenin, Volumen VII (septiembre de 1903 - diciembre de 1904), 2ª
edición, Editorial Cartago.
El Primero de Mayo (1904)
Texto de V.I. Lenin:
La nota al escrito dice:
Este manifiesto, ligeramente modificado, se publicó como
volante suscrito por el Comité Central y el Órgano Central del POSDR, y reproducido
por los comités locales de Moscú, Nizhgórod y Tver. (Ed.).
V.I. Lenin
EL PRIMERO DE MAYO
¡Camaradas obreros! Se acerca el Primero de Mayo, día en que los obreros de
todos los países conmemoran su despertar a una vida con conciencia de clase, su
solidaridad en la lucha contra toda violencia y toda opresión del hombre por
el hombre, en la lucha por liberar a millones de trabajadores del hambre, la
miseria y la humillación. Dos mundos se alzan frente a frente, en esta
grandiosa lucha: el mundo del capital y el del trabajo, el mundo de la
explotación y la esclavitud, y el de la fraternidad y la libertad.
Por una parte, hay un puñado de ricos parásitos. En sus
manos se concentran los talleres y las fábricas, las herramientas y las
máquinas. Han convertido millones de desiatinas de tierra y montañas de dinero
en su propiedad privada. Han hecho del gobierno y el ejército sus criados,
fieles guardianes de la riqueza que han acumulado.
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Un manifiesto del POSDR (РСДРП)
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Por otra parte, hay millones de desheredados, obligados a suplicar a los ricos
el permiso de trabajar para ellos. Crean con su trabajo toda la riqueza,
mientras ellos mismos tienen que luchar toda la vida por un pedazo de pan,
mendigar el trabajo como una limosna, agotar sus fuerzas y arruinar su salud en
trabajos insoportables, pasar hambre en las chozas de las aldeas y en los
sótanos y buhardillas de las grandes ciudades.
Pues bien, estos millones de trabajadores desheredados han
declarado la guerra a los ricos y explotadores. Los obreros de todos los países
luchan por emancipar al trabajo de la esclavitud asalariada, de la miseria y la
indigencia. Luchan por una organización de la sociedad en la que las riquezas
creadas por el trabajo común beneficien a todos los trabajadores, y no a un puñado
de ricos solamente. Quieren que las tierras, las fábricas, los talleres y las
máquinas se conviertan en propiedad común de todos los que trabajan. Quieren
que no haya ricos ni pobres, que los frutos del trabajo sean de los mismos
trabajadores, que todas las conquistas de la inteligencia humana y todos los
perfeccionamientos en los métodos de trabajo sirvan para aliviar la vida del que
trabaja, y no como instrumento de su opresión.
La grandiosa lucha del trabajo contra el capital ha costado
ya inmensos sacrificios a los obreros de todos los países. Éstos han vertido
ríos de sangre por defender su derecho a una vida mejor y a la verdadera
libertad. Innumerables son las persecuciones que los gobiernos desencadenan
contra los combatientes por la causa obrera. Pero la unidad de los obreros de
todo el mundo crece y se fortalece, pese a todas las persecuciones. Los obreros
se unen cada vez más estrechamente en sus partidos socialistas, el número de
los que militan en sus filas suma ya millones, y avanzan paso a paso,
inconteniblemente, hacia la victoria total sobre la clase de los capitalistas
explotadores.
También el proletariado ruso ha despertado a una nueva vida.
También él se ha incorporado a esta grandiosa lucha. Han pasado los tiempos en
que nuestros obreros doblaban sumisamente el espinazo, sin ver una salida a su
situación de sojuzga-miento ni un rayo de luz en su amarga vida. El socialismo
les ha mostrado esa salida, y miles y miles de combatientes se agrupan bajo la
bandera roja, levantando los ojos hacia ella como hacia su estrella polar. Las
huelgas han mostrado a los obreros la fuerza de la unidad, les han enseñado a
oponer resistencia, han revelado qué amenaza puede representar para el capital
los obreros organizados. Los trabajadores han comprobado cómo de su trabajo
viven y se enriquecen los capitalistas y el gobierno. Se ha encendido en ellas
el deseo de luchar unidos, la aspiración a la libertad y el socialismo.
Comprenden qué fuerza tan funesta y sombría es la autocracia zarista. Los
obreros necesitan libertad para su lucha, y el gobierno zarista los ata de pies
y manos. Necesitan libertad de reunión, libertad de asociación, libertad para
publicar periódicos y libros, y el gobierno zarista aplasta con la cárcel, el
látigo y las bayonetas todas las aspiraciones de libertad. El grito
"¡Abajo la autocracia!" resuena a lo largo y ancho de Rusia. Se
repite cada vez con mayor frecuencia en las calles y en multitudinarias
asambleas de obreros. En el verano pasado decenas de miles de trabajadores en
todo el sur de Rusia, se pusieron en pie para luchar por su vida mejor, por
liberarse del despotismo policíaco. La burguesía y el gobierno se estremecieron
ante el formidable ejército obrero, que de un solo golpe paralizó toda la
industria de enormes ciudades. Decenas de combatientes por la causa obrera
cayeron bajo las balas de las tropas zaristas, movilizadas contra el enemigo
interno.
Pero no hay fuerza que pueda vencer a este enemigo interno, porque su trabajo
es lo único que sostiene a las clases gobernantes y al gobierno. No hay en el
mundo fuerza capaz de aplastar a millones de obreros, cada vez más concientes,
unidos y organizados. Cada derrota de los obreros incorpora a nuevos
destacamentos de combatientes, despierta a masas cada vez más amplias a la
nueva vida y las impulsa a prepararse para nuevas luchas.
Y Rusia vive ahora acontecimientos en los que este despertar
de las masas obreras tendrá que cobrar inevitablemente un ritmo más rápido y
mayores proporciones, en que debemos concentrar todos nuestros esfuerzos para
unir las filas del proletariado y prepararlo para una lucha todavía más
decisiva. La guerra hace que aun las capas más atrasadas del proletariado se
interesen por los asuntos y los problemas políticos. Pone al descubierto con
creciente claridad y profundidad toda la podredumbre del régimen autocrático,
la absoluta criminalidad de la banda policíaca y palaciega que gobierna a
Rusia. Nuestro pueblo se hunde en la miseria y muere de hambre en su país, y lo
arrastran a una guerra devastadora e insensata por la conquista de nuevas
tierras extranjeras, pobladas por razas extrañas y situados a miles de verstas
de distancia. Nuestro pueblo vive aplastado bajo la esclavitud política, y lo
arrastran a la guerra para esclavizar a otros pueblos. Nuestro pueblo exige la
trasformación del orden político interno, y se procura desviar su atención con
el estampido de los cañones en el otro confín de la tierra. Pero el gobierno
zarista ha ido demasiado lejos en su juego de azar, en su criminal despilfarro
del patrimonio nacional y de las fuerzas de la juventud, que perecen en las
playas del Océano Pacífico. Toda guerra pone en tensión las fuerzas del pueblo,
y la difícil guerra contra el culto y libre Japón exige de Rusia una gigantesca
tensión de fuerzas. Y esto, en un momento en que el edificio del despotismo
policíaco ha comenzado ya a vacilar bajo los golpes del proletariado que
despierta. La guerra descubre los puntos débiles del gobierno, desgarra los
rótulos mentirosos, revela toda, la podredumbre interior, hace que lo absurdo
de la autocracia zarista resulte evidente para todos, pone de relieve ante todo
el mundo la agonía de la vieja Rusia, de la Rusia cuyo pueblo carece de
derechos y está sumido en la ignorancia y el temor, de la Rusia reducida por el
gobierno policíaco al sojuzgamiento de la servidumbre.
La vieja Rusia agoniza. Una Rusia libre viene a ocupar su
lugar. Las fuerzas oscuras que sostenían a la autocracia zarista, se hunden.
Pero sólo el proletariado conciente y organizado podrá asestarles el golpe de
muerte. Sólo el proletariado conciente y organizado podrá conquistar para el
pueblo la verdadera libertad, no una libertad falsificada. Sólo el
proletariado conciente y organizado podrá desbaratar todo intento de engañar al
pueblo, de coartar sus derechos, de convertirlo en mero instrumento en manos
de la burguesía.
¡Camaradas obreros! ¡Preparémonos con redoblada energía para
el combate decisivo que se acerca! ¡Que se estrechen las filas de los
proletarios socialdemócratas! ¡Que su voz se propague con amplitud cada vez
mayor! ¡Que la agitación en torno de las reivindicaciones obreras se despliegue
cada vez con mayor audacia! ¡Que la celebración del Primero de Mayo atraiga a
nuestra causa miles de nuevos combatientes y engrosé nuestras fuerzas en las
grandiosa lucha por la libertad de todo el pueblo, por la emancipación de todos
los trabajadores del yugo del capital!
¡Viva la jornada de trabajo de ocho horas!
¡Viva la socialdemocracia revolucionaria internacional!
¡Abajo la criminal y bandidesca autocracia zarista!
Escrito el 2 (15) de abril de 1904.
Corregido y publicado en
abril
de 1904, en forma de manifiesto.